En 1995, a pocos días del referéndum de autodeterminación del Quebec, Paul Martin, el entonces primer ministro canadiense, advirtió a los quebequenses que la independencia comportaría la pérdida de un millón de sitios de trabajo.

A su vez, John Honderiuch, CEO de General Motors en Canadá, amenazó con el cierre de la planta automovilística de Sainte-Thérèse , de donde habían salido los míticos Pontiac LeMans y Cevrolet Camaro. Sin pestañear, prometió dejar decenas de miles de trabajadores en la calle… y otros altos ejecutivos le imitaron en una operación perfectamente orquestada y ejecutada por el Partido Liberal. Laurent Beaudoin, CEO de Bombardier, hizo llegar una carta intimidatoria a sus 12.000 empleados pidiendo el vot por el “no”. Les sugirió que continuaran siendo criaturas dóciles y que se dejasen comprar por los canadienses, “…como en el pasado, como ahora, como siempre…” y “…a cambio, Canadá seguirá dejando que os agachéis a recoger las migas que os va dejando…”, respondía Robin Philpot del partido quebequense.

Altos ejecutivos con estrechos vínculos con el poder político, y capos (Desmarais) de grandes fortunas que, hasta entonces, habían sido desconocidos para el común de los mortales, salieron de la penumbra de sus cavernas forradas de terciopelo para hacerse públicos por un instante. Mucha gente escuchaba su voz por primera vez. Y, con hipnótico semblante, perforaban el cerebro de los telespectadores mientras en secreto se organizaban y recaudaban millones y millones de dólares para comprar voluntades y connivencias entre catedráticos, deportistas de elite, librepensadores, intelectuales y gente igualmente respetable, llamados a hacer campaña a favor de los intereses de sus amos, envenenados sin saberlo por los servicios secretos canadienses.

Así es como el “no” se convirtió en la opción de las clases adineradas, de los arrogantes jinetes de los clubs de polo, de los despreocupados socios de los selectos clubs de golf de l’Ille Bizard, de los croupiers engominados que desde la Bolsa de Montreal jugaban al Monopoli con los ahorros de los pensionistas… de los seductores estudiantes que salpicaban despreocupadamente el césped del campus de la prestigiosa  McGill…

Sin saberlo, Canadá coqueteó con el terrorismo islámico. Algunos de los tristemente célebres autores de los atentados de Nueva York obtuvieron la nacionalidad canadiense en 1995, durante los procesos de regularización masiva previos al referéndum del Quebec. De repente, los trámites de regularización se redujeron de los habituales nueve meses a pocos días. Algunas circunscripciones aumentaron el número de electores un 20%. Al final, el recuento de votos evidenció que hubo más de 300.000 votantes que no estaban inscritos en la seguridad social.

Paralelamente, Canadá movilizó a los pueblos nativos en contra de la secesión. Y, a pesar de todo, después de haber votado en un 90% en contra de la independencia, los pueblos nativos siguen viendo en la más absoluta marginalidad, víctimas de falsas promesas que no habían tenido otro objetivo que perpetuar la dominación de Canadá sobre el Quebec. Hoy, más del 50% de ellos vota al Partido Quebequense.

El recurso del chantaje emocional fue el punto de inflexión de una campaña propagandística llamada a apelar a las emociones de los débiles de corazón. La poderosa maquinaria del imperio fletó aviones, trenes y autobuses gratuitos provenientes de todos los rincones del país. Un ejército de ocupación se extendió por las  calles de Montreal, bajo la sombra de pancartas que rezaban “Os queremos”.

Ls unionista incluso consiguieron movilizar algunos jefes de Estado como Bill CLinton en favor de su causa. Pero, aun así, la intervención más decisiva vino de la mano de los mass media canadienses: Gesca, Le Soleil, La Presse, Le Quotidien, Le Droit, Le Nouvelliste, La Tribune, La Voix de l’Est… y todas las radios y cadenas de televisión públicas y privadas bombardeaban incansablemente a los telespectadores con amenazas cada vez más esperpénticas. La maquinaria de los medios de comunicación hizo de la independencia del Quebec un auténtico espectáculo, donde los soberanistas quebequenses no podían ser más que simples espectadores y, si acaso, las irreductibles fieras de un circo mediático sin precedentes.

Después del desmoronamiento emocional que supuso perder el referéndum por solo 54.000 votos, poco más de un 1% del total, Canadá empezó a hacer leña del árbol caído. Desde entonces, los partidos unionistas han fomentado la inestabilidad política del Quebec reduciendo la política a una simple bronca constante.

En 1999, solo cuatro años después del referéndum, el gobierno canadiense hizo cerrar la bolsa de Montréal, mientras empezaba a impulsar la actividad económica de Toronto en una clara estrategia por regionalizar la economía quebequense. En los últimos veinte años, Montréal ha dejado de ser la capital económica y cultural de Canadá, y su centro logístico y comercial. El sector financiero se ha trasladado masivamente a Toronto. El aeropuerto Pierre Elliott Trudeau, en otro tiempo, eje de ebullición económica de Montréal, se ha convertido en una infraestructura obsoleta subordinada a los intereses de Toronto.

En los últimos quince años, el crecimiento de Toronto ha sido simplemente espectacular. Se ha convertido en la ciudad de las oportunidades. Y lo ha conseguido a costa de marginar Montréal y su área de influencia mientras el esplendor de su vida cultural se apaga. El gobierno canadiense concentra en Toronto las inversiones extranjeras y la instalación de multinacionales. Centenares de miles de ciudadanos de Montréal han sido obligados a escoger entre emigrar a Toronto a cambio de conservar el sitio de trabajo o permanecer en Montréal sin empleo ni perspectivas de encontrar uno nunca más.

Hoy, Montréal ya no es la ciudad más poblada del Canadà. Y antes de quince años, la ciudad canadiense de los JJOO de 1976 y de las exposiciones universales se disputará la tercera plaza con Calgary mientras la propaganda unionista se justifica diciendo que el fanatismo nacionalista hace perder el atractivo para los inversores.

Albert Pont

Presidente del Cercle Català de Negocis

La data de publicació és: 26-09-2015