Recientemente, un antiguo asesor del ex presidente Bush mostraba su preocupación por el hecho de que una Cataluña independiente tuviera que asumir parte de la deuda del Estado español. No es el primero que muestra una inquietud similar. Y sin embargo, no m’acabaré acostumbrarse nunca. Cada vez que alguien de fuera saca el tema no puedo dejar de contener una sonora riallota. Y es que los hay para estar escagarrinat!

No es que unos y otros manifiesten su temor a que una Cataluña independiente no tenga la capacidad de asumir una parte de la deuda del Estado español. De hecho, nadie pone en duda que la tiene. La prueba más evidente es que hoy en día los ciudadanos de la Cataluña autonómica ya soportamos por sí solos más del 31% de la deuda toda la deuda pública del Estado, pese a ser el 16,03% de la población. Y nada hace pensar que la cantidad que tengamos que asumir los ciudadanos de una Cataluña independiente tenga que ser mayor. De hecho, el Sr. Margallo afirmaba en un informe hecho público el año pasado que Cataluña debería asumir el 16% de la deuda española.

Pero no importa. El problema no es éste. El verdadero temor de los acreedores de España no es la capacidad crediticia de una Cataluña independiente. Lo que realmente crispa los nervios de los financieros y los políticos más templados es que España no reconocerá nunca la independencia de Cataluña o, al menos, eso nos quiere hacer creer su gobierno. Y qué tiene que ver esto con la deuda? Pues muy sencillo. El Estado catalán no tiene obligación de asumir una parte de la deuda del Estado español mientras éste no reconozca su independencia. Es más, no se puede transferir deuda sin reconocimiento previo. Y si en algún momento la Generalitat lo aceptara, o lo habrán engañado, o bien nos estará engañando ella nosotros.

Sea como sea, la misma transmisión de una parte de la deuda del Estado español en una Cataluña autoproclamada independiente es un acto que implica el reconocimiento de Estados. Y este pequeño detallito de nada lleva de cabeza a las delegaciones diplomáticas de todo el mundo y de rebote las entinats financieras internacionales. Porque si no hay reconocimiento, no puede haber reparto de la deuda. Y si la transmisión de la deuda no se hace efectiva, Tururut violas deuda, España, el euro y vayan a saber cuántas cosas más. Y claro, dado que España no tiene nada que perder, su amenaza resulta bastante creíble.

Además, estas consideraciones no sólo afectan al Estado español. Afectan también, a sus acreedores. Así, un Estado acreedor de la deuda de España no podrá reclamar una parte en Cataluña, si previamente no reconoce su independencia. Y si la reconoce para poder cobrar, se pondrá de culo con España. Y esto resulta muy feo que hacer … De hecho, mientras los acreedores del Estado español no reconozcan la independencia de Cataluña deberán comportarse como si (aquí) sólo hubiera una única entidad soberana: España. Es decir, mientras los acreedores de España no reconozcan nuestra independencia deberán actuar como si Cataluña no tuviera capacidad jurídica para asumir parte de la deuda del Estado español.

Así pues, existe un riesgo potencialmente elevado de que España no pueda transmitir parte de su deuda al Estado catalán. Y no lo podrá hacer, no tanto por una imposibilidad económica o por falta de voluntad política, sino por una cuestión técnica de carácter jurídico. Y claro, sería una auténtica lástima que todo el sistema monetario europeo hiciera caput por un pequeño tecnicismo de nada …

La comunidad internacional es ante un auténtico dilema de difícil solución, a menos claro, que se decidiera a tomar el atajo y afrontara la secesión de Cataluña como un caso de disolución del Estado español. Para que muerto el perro, muerta la rabia. Si España dejara de existir, sus bienes y deudas se podrían transmitir a todos sus sucesores sin que fuera necesario su reconocimiento. Sólo si planteamos la independencia de Cataluña como un caso de disolución de Estados, las acreedores de España podrán dormir tranquilos. Otra cosa es que se lo merezcan.

Como decía Keynes, si te debo un dólar tengo un problema. Pero si te debo un millón el problema es tuyo. y yo añado que si te debo más de un billón el problema es de todo el mundo mundial. Pero, claro, ¿qué se le puede ir a explicar a un neocon de las aportaciones de un extremista radical como Keynes!

Albert Pont

Presidente del Cercle Català de Negocis

La data de publicació és: 24-04-2015